miércoles, 1 de enero de 2014

¡Feliz Año!
Portadas imagen
Nunca se sintió más apenado que cuando  le llevó flores y  la besó. Pero Paulo era asi. en los momentos en que eran más felices, él estaba tan triste, tan dolido. Su naturaleza, decía.  Así, Paulo entregó las flores y el beso y sonrió y todos los rituales  para atraer la felicidad. Pero por dentro moría. Se moría de miedo por lo que le esperaba, por lo que más deseaba y estaba  a punto de conseguirlo: Libertad.  Se iría de esa casa compartida por tantos años, sin decirle nada, se iría mañana como quien no quiere la cosa. Ya estaba planificado.  Se iría y por primera vez dejaría a Silvia, con su mundo, sus ideas, sus libros y su taza de cafe caliente. La dejaría, como siempre sentada en su sillón preferido y leyendo.
Ella ni se daría cuenta de que se habría ido.  Siempre acostumbrada a mandar, a  hacer su vida alrededor de ella misma, sin darse cuenta de si los demás sienten o piensan algo distinto.  Por lo que Paulo no sentía el menor remordimiento.
Así fue, cuando llegó la madrugada, antes de que el gallo cante, salió sigiloso del cuarto que compartían y con su maleta en la mano  y la chompa anudada al cuello, volteó a mirar la casa que dejaba y a la mujer que dejaba y  con paso firme,  se adentró en la carretera, pisando fuerte y rápido.