Discurso de Evita en el Día del
Trabajador - Plaza de Mayo (1952)
1º de Mayo de 1952 - Discurso de
Evita
"Mis
queridos descamisados:
Otra vez estamos
aquí reunidos los trabajadores y las mujeres del pueblo; otra vez estamos los
descamisados en esta plaza histórica del 17 de octubre de 1945 para dar la
respuesta al líder del pueblo, que esta mañana, al concluir su mensaje dijo:
"Quienes quieran oír, que oigan, quienes quieran seguir, que sigan".
Aquí está la respuesta mi general. Es el pueblo trabajador, es el pueblo
humilde de la patria, que aquí y en todo el país está de pie y lo seguirá a
Perón, el líder del pueblo, el líder de la humanidad, porque ha levantado la
bandera de redención y de justicia de las masas trabajadoras; lo seguirá contra
la opresión de los traidores de adentro y de afuera, que en la oscuridad de la
noche quieren dejar el veneno de sus víboras en el alma y en el cuerpo de
Perón, que es el alma y el cuerpo de la patria. Pero no lo conseguirán como no
han conseguido jamás la envidia de los sapos acallar el canto de los
ruiseñores, ni las víboras detener el vuelo de los cóndores. No lo conseguirán,
porque aquí estamos los hombres y las mujeres del pueblo, mi general, para
custodiar vuestros sueños y para vigilar vuestra vida, porque es la vida de la
patria, porque es la vida de las futuras generaciones, que no nos perdonarían
jamás que no hubiéramos cuidado a un hombre de los quilates del general Perón,
que acunó los sueños de todos los argentinos, en especial del pueblo
trabajador.
Yo le pido a Dios
que no permita a esos insectos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de
ese día! Ese día, mi general, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con
las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la patria, para no
dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos
a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias
que han explotado a la clase trabajadora, porque nosotros no nos vamos a dejar
explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de
las metrópolis extranjeras; entregan al pueblo de su patria con la misma
tranquilidad con que han vendido el país y sus conciencias; porque nosotros
vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos
una causa que es la causa de la patria, es la causa del pueblo, es la causa de
los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años. Hoy,
gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres,
las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y
de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para
servir de escudo en defensa de la vida de Perón.
Yo, después de un
largo tiempo que no tomo contacto con el pueblo como hoy, quiero decir estas
cosas a mis descamisados, a los humildes que llevo tan dentro de mi corazón que
en las horas felices, en las horas de dolor y en las horas inciertas siempre
levanté la vista a ellos, porque ellos son puros y por ser puros ven con los
ojos del alma y saben apreciar las cosas extraordinarias como el general Perón.
Yo quiero hablar hoy, a pesar de que el general me pide que sea breve, porque
quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón y que sepan
los traidores que ya no vendremos aquí a decirle "presente" a Perón,
como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacer justicia por nuestras propias
manos.
Hay mucho dolor que
mitigar; hay que restañar muchas heridas, porque todavía hay muchos enfermos y
muchos que sufren. Lo necesitamos, mi general, como el aire, como el sol, como
la vida misma. Lo necesitamos por nuestros hijos y por el país en estos
momentos inciertos de la humanidad en que los hombres se debaten entre dos
imperialismos; el de derecha y el de izquierda, que nos llevan hacia la muerte
y la destrucción. Y nosotros, un puñado de argentinos, luchamos junto con Perón
por una humanidad feliz dentro de la justicia, dentro de la dignificación de
ese pueblo, porque en eso reside la grandeza de Perón. No hay grandeza de la
Patria a base del dolor del pueblo, sino a base de la felicidad del pueblo
trabajador.
Compañeras,
compañeros: Otra vez estoy en la lucha, otra vez estoy con ustedes, como ayer,
como hoy y como mañana. Estoy con ustedes para ser un arco iris de amor entre
el pueblo y Perón; estoy con ustedes para ser ese puente de amor y de felicidad
que siempre he tratado de ser entre ustedes y el líder de los trabajadores.
Estoy otra vez con
ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer
felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón.
He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas,
porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página
brillante en la historia de la Patria. Y así como este 1º de mayo glorioso, mi
general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que
vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida o en la
vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted.
Antes de terminar,
compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No
perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté
trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los
vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en
acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y
yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria
misma."