Katatay Temblar
José María Arguedas
Dicen que tiembla la sombra de mi pueblo;
está temblando porque ha tocado la triste
sombra del corazón
de las mujeres.
¡No tiembles, dolor, dolor!
¡La sombra de los cóndores se acerca!
— ¿A qué viene la sombra?
¿Viene en nombre de las montañas sagradas
o a
nombre de la sangre de Jesús?
— No tiembles; no estés temblando;
no es sangre; no son montañas;
es el resplandor del Sol que llega en las
plumas de los cóndores.
— Tengo miedo, padre mío.
El Sol quema; quema al ganado, quema las
sementeras.
Dicen que en los cerros lejanos
que en los bosques sin fin,
una hambrienta serpiente,
serpiente diosa, hijo del Sol, dorada,
está buscando hombres.
— No es el Sol, es el corazón del Sol,
su resplandor,
su poderoso, su alegre resplandor;
que viene en la sombra de los ojos de los
cóndores.
No es el Sol, es una luz;
¡Levántate, ponte de pie; recibe ese ojo sin
límites!
Tiembla con su luz;
sacúdete con los árboles de la gran selva,
empieza a gritar.
Formen una sola sombra, hombres, hombres de mi
pueblo;
todos juntos
tiemblen con la luz que llega.
Beban la sangre áurea de la serpiente de dios.
La sangre ardiente llega al ojo de los
cóndores,
carga los cielos, los hace danzar,
desatarse y parir, crear.
Crea tú, padre mío, vida;
hombre, semejante, mío, querido.
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