domingo, 2 de septiembre de 2012




Reseña
Rojas, Hermogenes. Contarte quiero.  17 cuentos y dos sentimientos arguedianos. Abancay. Graphic  Center editores. 2011.

“Son muchos escritores que poseen talento, no conozco a escritor alguno que no lo tenga”, decía Raymond Carver[1], el mejor cuentista estadounidense. “Pero lo que hace  a un buen escritor es la forma especial de contemplar las cosas y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones”. De esos hay pocos. Uno de ellos es Hermógenes Rojas Sullca. Y ciertamente, como el escritor debe reinventarse en cada obra, Hermogenes Rojas Sullca, nos sorprende con esta publicación más. Una obra inesperada porque pertenece a un género no tan explorado por el autor:  el cuento.
Nos tiene acostumbrados a una rutilante pléyade de poemas, cuyos temas se dirigen a su querida Abancay o los carnavales. Y muchos otros, alabando los recursos y singularidades de las siete provincias de su amada Apurímac y otros tantos más,  a su adorada Huanipaca.
Muchos han dicho de Hermógenes, que es el poeta de Abancay, el poeta de Huanipaca. Se le conoce y se admira en los ámbitos regionales y más aun, nacionales.  Hermógenes es querido por muchos y obviamente no tan querido por algunos. Mérito tiene para tales  afectos.  Ha ensalzado las glorias de Apurímac, ha celebrado las  perlas de su gente, su cultura  y ha denostado a los corruptos y  maléficos políticos. A pesar de ello, y pese a sus detractores, su obra es reconocida por los críticos, políticos  e instituciones nacionales.
La obra que nos presenta hoy Contarte quiero es de corte intimista, en algunos casos casi biográfico. Los que le conocen, hallarán en sus páginas, el alma dolida del poeta, su rebosante corazón, sus andares, su límpido trajinar,  que casi se funden y amalgaman con Apurímac,  con su cultura y su idiosincrasia. La obra sugiere su mundo, sus sentimientos, su dolor, su alegría, sus amores juveniles, sus  primeros sentimientos, sus esperanzas, sus preguntas a la vida, a Arguedas, está el autor omnipresente   en toda la obra. El amigo, el poeta, el  maestro,  visible en cada cuento,  como si se sentara al lado del lector, y con lágrimas a veces, con alegre carcajada o con resonante risa o suave sonrisa, evocara su vida y  la contase al lector, su amigo, su confidente.
“Escribir cuentos”, afirmaba Juan Bosh[2], cuentista, ensayista e historiador dominicano, “no es fácil, es una tarea seria y además, hermosa. Un arte difícil. Y el que nace con la vocación de cuentista trae al mundo un don que está en la obligación  de poner al servicio de la sociedad”. Y quien encarna mejor esta descripción que Hermógenes Rojas Sullca. Y lo es más, con este libro de cuentos: Contarte quiero.
Su titulo invita a una conversación, un coloquio con el lector, que  queda impactado por la sinceridad del autor, que expone sin tapujos, los temas de los que poco hablamos. Es  sumamente  sugestivo, invita a la lectura, posee un acento intimo y crea inmediatamente una conexión con el lector, casi le susurra al oído las historias que están a punto de brotar de sus páginas. Pero no sólo es el título, sino  el diseño de la obra, los colores escogidos que  llaman poderosamente la atención del lector,  le provoca  curiosidad. Lo primero que el lector hará es escoger un cuento y leerlo ávidamente, para apagar esa curiosidad. Además, denotan el cariño, el afán que el autor puso en la obra. El esmero del autor, diría Carver[3]. Y ello   trasunta en toda la obra.
Hermógenes ha logrado lo que asevera Juan Bosh[4], “discernir dónde hay un tema para un cuento, que es parte esencial de la técnica de escribir cuentos”. Redescubre los temas cotidianos y los presenta con vocación de cuentista y nadie como él, quien escribe buenos cuentos en Contarte quiero.
Se afirma  que el cuento que es una  novela en síntesis. En realidad “es más difícil lograr un buen libro de cuentos que una buena novela” sostiene Juan Bosh. Y entre ellos, la virtud más importante es el esmero, “la única convicción moral del escritor”, señalaba Ezra Pound[5]. El esmero en la obra en la construcción  de cada frase, de cada pausa. Tal diligencia no es ajena en Contarte quiero, sino su atributo más preciado.
La obra está compuesta por 17 cuentos de alta calidad y dos sentimientos arguedianos, que se presentan en retrospectiva en unos y en otros cuentos, en forma cronológica. Están relatados con la voz de un narrador alternante, narrador omnisciente en ocasiones y en otras con el narrador protagonista. Y En los sentimientos arguedianos emerge la narración  en primera persona.  La postura o punto de vista del autor es subjetiva  y realista, en algunos casos, irónica.
Los títulos de los capítulos son llamativos, infieren el contenido del cuento y nominan a los protagonistas. Contiene además, ilustraciones que amplían y perpetúan los personajes.
Sus cuentos difieren de otros por su temática regional, su sencillez,,, su cándido optimismo de la vida, de la bondad y la percepción cabal y atinada de la administración pública a quien critica en forma solapada, su inacción y su indiferencia hacia el pueblo.
En los dos últimos relatos, sentimientos arguedianos, invita al lector a un recorrido hermogiano, por la vida y obra de Arguedas, contando pasajes y recordando personajes de Arguedas, que simbólicamente se presentan como hitos en la vida y el legado de Arguedas. En estas piezas, Arguedas,  está más vivo que nunca, y más perenne, su memoria, y su herencia. Esta lectura impulsa al lector a buscar a Arguedas, a releerlo ¡Qué mejor homenaje que presentar a Arguedas de esta forma!  Que invite al lector a leerlo, a buscarlo otra vez, con gran avidez. Y aún más, Hermógenes, le otorga el premio nobel del corazón  de los andes peruanos.
En Contarte quiero la naturaleza, la mujer amada, la patria asoman entre sus páginas, como temas comunes a muchos escritores, pero lo que diferencia a Hermógenes Rojas Sullca de otros, es lo que Raymond Carver[6], explicaba que "es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente, con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos con atributos de lo inmenso, con un poder renovado”. Y Hermógenes Rojas Sullca,  renueva los temas y los refresca y nuevamente los presenta vivificantes.
También, se ha esmerado en la construcción del final. En ocasiones, el remate  es con un verso “jazmín con jazmín, este cuento llega a su fin”,  con un pasaje de la biblia “el que tenga oídos para oír, que oiga” o un final anunciado “Desde aquel día en este pueblo, no tienen cabida los mentirosos, ladrones y asesinos”.
La trama de los cuentos no se olvidará. Son perennes y permanecerán porque pertenecen al imaginario colectivo de Abancay- sus historias son intensas y están  ágilmente narradas, con finales cerrados, en ocasiones, pero siempre, con estilo elegante, poético y preciso que caracteriza al autor.
Hermógenes ha construido sus personajes con una personalidad tan definida, que emergen con vida propia de sus páginas y que podrían continuar en la obra de otros autores[7],  sus personajes son ya clásicos. Y son simbólicos: Vidalín Vidales, Manuel  Patria, Dadiya, Occe Saracha, Valorín Valientes, Hormiguina, se convierten en personajes con vida y energía muy propias, que casi caminan entre nosotros ¡Absolutamente original!
Los autores impregnan a sus obras un estilo propio. Sostenía Carver[8], que se trata de “una firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor”. Contarte quiero tiene el estilo definido de Hermógenes. Este es su mundo y no otro. Este es su mundo y ya lo conocemos.
Su estilo es formal, ceremonioso, elegante. Y el lenguaje, elaborado, que denota el esfuerzo, pues parece sencillo. Se percibe que ha sido finamente labrado. Es, en suma, un lenguaje simple, estándar, fácil de comprender por todos, sin términos técnicos, ni circunloquios, ni  frases elaboradas. Lenguaje muy elaborado que denota el esfuerzo realizado, pues aunque  parece sencillo, ha sido finamente labrado.
Se vislumbra además, las metáforas, el simbolismo, que no impide reconocer a los personajes, por el extraordinario realismo de sus acciones. Es una obra extraordinaria y fascinante, que irrumpe fresca y vivificante, en nuestra ciudad.
A continuación presentaremos un breve análisis de Vidalín Vidales, el quinto cuento de Contarte quiero,
Su  titulo es sugerente y vislumbra ya el tema. Vidalin Vidales. La vida denotada en su esencia pura, narrada con voz omniciente, en tercera persona. La trama se presenta en forma cronólogica. El tópico literario que aparece en el texto es de vita flumen, la vida como un  río, que desemboca en el mar, alusión a Manrique[9].
La narración presenta descripciones y diálogos intercalados. El comienzo está bien logrado, la llegada de la ambulancia, capta la atención directa del lector, como aconseja el novelista Barnaby Conrad[10], “esa  primera página puede marcar la diferencia”. Y luego, los relatos deben tratar “sobre gente en problemas” sostiene Conrad. Y Vidalín Vidales, tiene problemas desde el principio. Desde su concepción.
El punto de de vista del cuento, es subjetivo pero no por ello, deja de ser realista. El tema es la vida como un ciclo: nacimiento – vida – muerte.
Su composición tiene cinco partes, según analiza James Gunn[11], situación dramática, complicación, clímax, resolución, anticlímax. La situación dramática presenta al protagonista en el primero de sus problemas, su nacimiento. Vemos a David Vidales, el padre de Vidalín, en dificultades.  Su madre, que se queja de dolores, está próxima a dar a luz al hijo esperado, Vidalín y debe ser trasladada al hospital. En el trayecto, el padre, recuerda en un flack back, la búsqueda de la concepción del hijo,  Vidalín, quien es resultado de un tratamiento de fertilidad,. Luego volvemos, al presente, y en dos páginas vivimos la complicación de la trama, la segunda parte del cuento. Observamos los esfuerzos del padre, por acelerar el nacimiento de Vidalín. Sus oraciones ante un cuadro de Jesús, sentándose parándose, caminando, notamos su desesperación  en cada línea. Sus cigarros, el paso del tiempo en el reloj, y finalmente el nacimiento de Vidalín y la muerte de su madre.
La vida está personificada en Vidalín Vidales, cuya madre ha muerto y queda él como un recuerdo de la vida, como un agradecimiento a la vida, como una incesante lucha, sin resentimientos, ni rencores. Lo vemos ya crecido en la fiesta de promoción. El padre, David, ha superado  su dolor y es un “modelo de ser humano”, que enfrenta la desgracia, sobreviviente del dolor, “un educador desde la casa”, le llama el director del Colegio en la graduación. Otro momento ascendente en la narración es cuando el protagonista  Vidalín,  quiere  tomarse una foto con papá y mamá “como sus compañeros” y hace traer la foto en tamaño natural de  su madre.
Más tarde vemos a Vidalín en la Universidad. Allí el narrador, nos relata fugazmente las discusiones con Martín Mortaja, el antagonista, el hijo único de vida disipada. Y así se presenta el climax, el punto  de interés más  alto, la noticia que se oye en la radio, un accidente de automóvil… Y nuestro protagonista debe enfrentarse a otro problema, debe “hacer algo o morir, triunfar o fracasar” como diría James Gunn[12], las tensiones de la situación dramática han alcanzado  su cima.
Y la resolución del cuento se presenta de forma inesperada y brillante, casi se asemeja a lo real maravilloso de García Marquez,. “como una inesperada alteración de lo real que causa asombro”[13]. Y es el protagonista quien resolverá la situación.
Es fascinante el tratamiento de la temática, absolutamente maravillosa: la vida misma, en toda su plenitud. La vida rebosa en los personajes del cuento: David Vidales, el padre, Vidalín Vidales, el  protagonista, Vidalina Vidaurre, la madre, el doctor Dávila, quien atiende el nacimiento de Vidalín, Martín Mortaja, el amigo de Vidalín.
El cuento está narrado con un lenguaje sobrio. A pesar de las vicisitudes, se mantiene el lenguaje pulcro y natural, que impide la conmiseración o  la pena por los avatares que atraviesan sus personajes, es más, emergen con más vida y brío en estos momentos de crisis.
La atmósfera creada es de esperanza, de regocijo por la vida, de solidaridad, de respeto por la vida y de respeto por el dolor.
Este cuento, está dirigido a un público general, al niño, al joven, al hombre, al anciano, porque de ella, se desprende una enseñanza para los más jóvenes, y meditación y asombro para los no tan jóvenes.
Sin dudad, Vidalín Vidales, se convierte así en un personaje clásico como Alonso de Quijano o Scarlett O`Hara, con un propósito claro y una vida intensa, y con un gran mensaje de fuerza vivificante, en tiempos de violencia y dolor.
Para concluir este comentario, citaré al poeta arequipeño, Alberto Hidalgo[14], “la mayoría de escritores desconocen cuál es su herramienta de trabajo, las letras son la materia prima” del escritor y las letras requieren de “un experto que sepa utilizarlas”. Y he aquí a Hermógenes Rojas Sullca, en Contarte quiero, que se reafirma como un verdadero artesano de la palabra.  Felicitaciones, maestro Hermógenes, por esta obra maravillosa, brillante, inesperada, que estamos seguros, encandilará a grandes y pequeños.

Hilda Huayhua M.
Abancay, 21 de julio de 2011.



[1] Carver, Raymond. (1992)  Escribir un cuento.  Revista  del Taller de Narración de la UNSA.. Vol. Nº 3. Arequipa.
[2]  Bosch, Juan (1958 ) Apuntes sobre el arte de escribir cuentos. Caracas.
[3] Ibídem
[4] Ibídem
[5] Poeta y crítico estadounidense. Citado por Raymond Carver En: Carver, R (1992). Escribir un cuento.  
[6] Ibídem
[7] Pierre Menard, autor del Quijote, de Jorge Luis Borges, que relata cómo Menard, decide escribir ”El Quijote”.
[8] Ibídem
[9] Coplas a la muerte de su padre. Jorge Manrique.
[10] Conrad, Barnaby (1992)  Comienzos.  Revista  PYRA. Taller de Narración de la UNSA.. Vol. Nº 3. Arequipa.
[11] Gunn, James(1992)Anatomía del cuento. Revista PYRA. Taller de Narración de la UNSA..Vol. Nº 3. Arequipa.

[12] Ibídem
[13]Racionero, Luis (2004) Carpentier y lo real maravilloso. En: Diario Vanguardia. 03 de marzo de 2004. España.
[14] Hidalgo, Alberto (1925) Simplismo. Buenos Aires. 

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