miércoles, 8 de mayo de 2013




habla Micaela
Esta mañana voy a morir y no me asusta.  Hace tiempo que la muerte está caminando conmigo. A pesar de que estaré en todas partes y en ninguna, extrañaré un poco las costumbres de mi pueblo. Eso de ser llorada en Tungasuca, Pampamarca y Surimana, de quedar entre las mantas más bellas apretadas como un niño, con guirnaldas de flores sobre el pecho y salir al cementerio de la iglesia con el señor cura por delante con capa de oro, incensario y la cruz alta.
Ayer noche no he podido dormir tratando de coger los recuerdos mas queridos. Viéndome en Surimana, bordeando sus veredas de Qantus rojos, evocando a mi madre en las aventuras de Marcos, el atoq, y  Dieguillo, el huk’ucha: amarrando a mis hijos recién nacidos con el chunpi de los guerreadores Canas; escuchando de lejos el Angelus de las campanas sobre el campo; o subiendo el Q’oyllur Rit’i, para dejar mi primer allwi en las faldas de la gran “estrella de nieve”, sin saber que alumbraría mi camino hasta la horca, porque ella me esta dando la paz que ahora siento. Porque quiero creer que seguirá proyectando su luz sobre mi pueblo para otro amanecer. Porque quiero confiar en que esta muerte tiene que ser fecunda y que al librarnos de ella saldremos victoriosos. Otros días y otros hombres vendrán a realizar lo nuestro. Así tiene que ser.
Alfonsina  Barrionuevo

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